martes, 14 de abril de 2009

PAPONES



La Semana Santa siempre me ha producido sentimientos encontrados.

Por un lado no acabo de separarme de la sensación de estar frente a la expresión más evidente del "nacionalcatolicismo" que tan tristemente imperó durante casi 40 años. La misma presencia de enseñas y símbolos propios de la sociedad civil mezcladas con la expresión de lo "espiritual" atenta directamente contra lo más esencial de mi "republicanismo revolucionario francés" y aún con la mismísima "teoría de las dos espadas" medieval. Sé que es de una simpleza imperdonable, pero en lo más hondo siempre relacioné estas expresiones y el que el país no conociera la Revolución Industrial y quedara descolgado tantos años del desarrollo. Pero por supuesto, hablo de sensaciones personales y no tanto de reflexiones racionales.

Circunscribiéndonos más a León, siempre he observado éste como el escenario propicio para que lo más rancio de la sociedad capitalina adquiera el protagonismo y relevancia que durante el resto del año no ha merecido, he incluso pretenda utilizar la misma festividad para hacer apología de la naftalina, demostrando su paupérrimo sentido de lo democrático y que en el fondo para algunos esto de la alternancia sí que es una verdadera "pasión" que sólo soportan contra su voluntad. El penoso ejemplo vivido durante el Jueves Santo en la recepción a la Ronda en el Ayuntamiento es una buena muestra de que algunos no respetan ni la tradición que tan sagrada pretenden que es para ellos ( ellos sí, que estos son muy masculinos) habiendo "rojos" de por medio.

Pero lo cierto es que si rascamos lo superficial llegaremos pronto a la conclusión de que la Semana Santa en León es mucho más que todo eso. Desde luego que es la verdadera fiesta grande en la ciudad. Es una celebración que tiene un contenido etnográfico y cultural que traspasa lo religioso, permitiendo al mismo tiempo que quién pretenda vivirla desde esa última perspectiva lo haga en perfecta armonía. Que el propio Obispo de León reconozca este hecho y que a nadie se le ocurra poner en peligro la convivencia en estas fechas a través de la absurda campaña de los lazos blancos habla bien a las claras de ello. La Semana Santa Leonesa hace tiempo que fue tomada por el pueblo y quien trata de manipularla en un sentido u otro se pega contra un muro.

Se trata de un fenómeno que involucra a miles y miles de personas, a través de su participación en las cofradías y también como meros espectadores, un fenómeno que ha conseguido ser un gran movilizador social. Las calles se llenan de turistas, de leoneses/as en la diáspora y de esa gente que si observas con atención percibirás que sólo aparecen en las calles durante esta época, disolviéndose por arte de magia el resto del año como si fueran una parte más del atrezzo.

Sí, hay muchas cosas que me gustan y me molestan al mismo tiempo, pero eso es la vida: el ruido, el bullicio, las aglomeraciones, los olores... Me emociona el fervor popular con el que la Procesión del Perdón llega a las tantas de la noche a un barrio obrero como el de la Vega después de casi 7 horas y tanto espectadores como papones/as experimentan una suerte de catarsis colectiva y de orgullo alrededor de algo tan suyo. Me gusta como pese a los esfuerzos de esas "élites" que pretenden controlarlo todo, los miles de papones/as viven la Semana cada cual a su manera y entender.

Me enorgullece que, aparte de los inevitables piques, en León pueda convivir en un Jueves Santo la tradición más enraizadamente solemne con el paganismo de Genarín.

¡Será una chorrada, pero me encanta también que éste sea el único lugar de España donde a los cofrades se les llama papones!

Voy a decir que hasta me gusta oir los comentarios que el paso de lo representantes municipales va sugiriendo entre personas que comparten las mismos con el más cercano, porque su variedad es la muestra más evidente de lo pluralísima y variopinta que es la sociedad en la que nos movemos; es la mejor encuesta que he observado.

No, si al final tendré que reconocer que me lo paso como un enano (gran parte debido a lo que disfruto picando a los "pro" y los "anti" durante estas fechas)...

¡Hala, a dejar comentarios que seguro que algunos/as me vais a poner fino!

4 comentarios:

  1. Iván, como llegues a ser alcalde... ¡todavía te obligan a pujar en la procesión de la Dolorosa!

    Anda, que yo no sé cómo algunos pueden ponerse debajo de los pasos... tan libres de pecado ellos.

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  2. Y yo me pregunto. Poniendote siempre al final de la procesión... ¿Se ve algo?
    En otras palabras, eres parte de la procesión, pero nunca la ves entera jeje... ¡Bueno! ¡Sólo el final!
    De todos modos, he estado en la Semana Santa de Málaga, y con toda la grandilocuencia de sus pasos, y de la Legión gritando que son los novios de la muerte (que tiene su parte bonita, pero ya tiene gracia que la legión lleve la cruz que hace 2000 años clavó en un monte pedregoso), da muy mala imagen ver a los braceros, que no papones, mascando chicle y con unas super gafas de sol y los pelos de punta (será del susto de que su abuelo levante la cabeza y le vea)... Yo nunca entré en una cofradía, pero me emociono al son del tambor y lo respeto, sobre todo la sobriedad de las caras cubiertas... Pese a quien pese, eso los convierte a todos en iguales

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  3. 'lo mas rancio de la sociedad capitalina'... cuidadín que luego dan plantón. XD

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  4. Muy, pero que muy, de acuerdo. Y, sobre todo, la semana santa se prepara, se hace y se disfruta en familia. Así la han vivido las familias leonesas durante los últimos sesenta años, que tenga constancia. Y quizás sea por eso por lo que la semana santa pueda oler a rancia en algunos aspectos o entre determinados colectivos. Las "sagas" familiares no deben hacerte perder el espíritu semana santero, quizás la mejor época del año en León capital. O no.

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