domingo, 21 de diciembre de 2014

NAVIDADES EN LIGURIA



Sucedía algo raro con ese país. Era como si el calendario avanzara numéricamente pero no de otra forma; llegaban esta fechas y no pasaba nada. Cualquier alteración en esta época no nos pasa precisamente desapercibida, por lo que mis jefes me enviaron desde Orlando para averiguar qué es lo que estaba pasando allí. Para nuestro negocio no es que fuera algo sustancial, pero en todo caso aquello era tan  insólito que estábamos intrigados. Tan insólito como que me encargaran hacer esto directamente a mi.

Una vez allí y después de dar muchos palos de ciego, llegué a un bar a preguntar. Me indicaron a alguien con aspecto de adolescente angélico que en ese momento salía en la televisión, en un programa de actualidad política. - Ese es tu hombre-, me dijeron. Me animaron a ir directamente al plató para conocerle -no se preocupe que al programa le queda por delante...- y eso es lo que hice. Al fin y al cabo yo también soy una estrella de televisión. Como supuse, me permitieron enseguida pasar y esperar en una sala contigua. Tras otras 30 horas de gritos, jaleos de la hinchada y galimatías ininteligibles, por fin salió y me presenté. Inmediatamente nos pusimos de acuerdo

No me acababa de gustar un pelo aquel jovencito, pero lo cierto es que no había encontrado a nadie más dispuesto y parecía que realmente sabía con quién había que hablar. Me indicó que le acompañara en el asiento de atrás de un coche de alta gama que le esperaba al salir y bajamos un rato después frente a un edificio.

En la acera de enfrente una señora ya avanzada en años empujaba a unos guardias urbanos, al tiempo que gritaba que dejaran de agredirla. Los guardias a duras penas alcanzaban a cubrirse la cabeza ante el amenazante blandir de bolso, que cada vez se les acercaba más.

-Ya hemos llegado. No le hagas caso a esa, siempre está igual- anunció el infante deteniéndose frente a la puerta de un edificio. El agudo pito de su voz pareció quitarle aún algún año más de encima.

En la entrada, una suerte de portero o conserje se abrazó con mi imberbe Cicerón como si fueran grandes amigos y solo unos segundos después tenía el paso franco hacia la estancia. Me dispuse a entrar.

- ¿Ey tío y de lo mío? La voz en aquel momento se le tornó más grave al reclamar su parte en la transacción. Parece que hasta para según qué cosas, se puede madurar en décimas de segundo.

- No te preocupes, aquí tienes el contacto de mi gente en Orlando y un sobre con más de lo que te mereces- Le alargué una tarjeta y el sobre citado, con ganas de que se teletransportara a los Estados Unidos en ese mismo instante, con tal de tenerlo lejos.

- ¿ Nunca te han dicho que eres un poco rata? ¡Ji,ji,ji!-

Entré en el edificio como alma que lleva el diablo, dejando atrás al conserje y a esa risita insoportable sin siquiera decir adiós.

Dentro, el espacio parecía desierto y como entre tinieblas. Un aire plomizo gobernaba la estancia, decorada con los típicos muebles y aparataje propio de un recibidor de edificio de oficinas. La única curiosidad la representaba una sección grande en una de las paredes, que pareciera haberse retocado recientemente y por lo visto de forma muy chapucera. Cuando ya estaba en mitad del camino hacia el único ascensor que se vislumbraba en línea recta, una puerta se abrió a mi derecha.

- ¡Oye, a ti te conozco, eres "M", me acuerdo de todo, DE TODO!- Casi sin darme cuenta alguien se me venía encima con la agresividad (y aspecto) de un minotauro con patillas y gabardina. - ¡¡¡¡Sabes que no habéis pagado, NO HABÉIS PAGADO!!!!- tronaba la aparición micénica.

 No podía ser otra vez ese tipo, no...

- Mira, ya te lo dijimos, pretender una parte de lo que pudiéramos hacer aquí mal, pero de cada cosa que hacemos en Francia, EEUU...¿a quién le cabe en la cabeza?-

No dejaba de señalarme con el dedo - ¡Pamplinas! Tienes suerte de que tengo que coger un vuelo urgente, no sea que ya no pueda salir...¡nos veremos las caras otra vez!-

El tipo me dio la espalda con la misma brusquedad que había llegado y yo no esperé a mirar adónde iba. Cogí el ascensor. Los botones quedaban a mi derecha... ¿Cuál me había dicho? Decidí probar de uno en uno.

Se abrió la puerta del primero y el jolgorio de...¿una fiesta de cumpleaños? dibujó una escena surrealista, mientras mantenía la puerta del ascensor abierta, sin acertar a explicarme qué demonio pintaba una celebración infantil en un edificio como ese. El caso es que la señora que parecía hacer de jefa de todo eso me resultaba familiar, la había visto antes...¡ah, es cierto, en París! Antes de que nadie reparara siquiera en mi, la puerta se cerró y seguí ascendiendo.

Salí al segundo piso y luego de doblar una esquina a mi derecha, me encontré de frente con un señor canoso, algo corpulento y con cara de no muy buenos amigos. Llevaba uno de esos trajes cruzados, de los de antes. Estaba sentado detrás de una mesa, con solo un vaso y una botella de vinagre encima de la misma.

- ¿Tú, qué coño haces aquí? ¿No ves que puedes ser una fuente de infecciones? me espetó para empezar a hablar - Venga, largo -

- Oiga, podría ser un poco más educado- le respondí

- ¿ Educado? Suerte tenéis de contar conmigo aquí, sin mi todo estaría descontrolado y...-

No le dejé terminar, torciendo a mi derecha me volví al ascensor, dispuesto a probar el piso siguiente y cada vez con menos paciencia. Solo me quedaba una planta, tenía que ser allí.

Salí al tercero, apenas avancé unos metros y vi a quién había venido a buscar. Vestía bombín, tirantes y pajarita. Su figura enteca iba de una lado a otro con las manos entrelazadas tras su espalda, inquieto. Súbitamente paró y fijó en mi su mirada a través de sus lentes. Su voz apenas era audible, como en un susurro.

- Sé a qué has venido. No ha sido culpa mía.- me dijo, antes de que yo acertara a comentar nada.

-¿Me quieres explicar qué está pasando?- dije al fin.

-¡No ha sido culpa mía, yo no quería!- gritó esta vez, mientras imploraba comprensión con su gesto.

-¡Dime qué ha pasado y dímelo ya!-

No estaba para lloros de nadie.

- Te lo voy a decir yo- dijo una tercera voz proveniente de una puerta a mi derecha. Salía por ella un personaje con el porte de un genio de la lámpara; eso sí, muy trajeado. Vestía también una mueca sardónica que proyectaba desprecio y bastante cinismo.

- No hay nadie que la pueda contar.- dijo.

Mi perplejidad se tornó en expresión en mi cara.

- No me mires así, es eso, no hay nadie que la cuente- repitió - ¿la Navidad es una historia no? Pues no queda nadie para contar ese relato. Nos hemos cargado la cultura, la creación, no queda un sola persona que teja sueños.

- ¡Te dije que sucedería! - le gritó el de las gafas.

- ¡No, yo te lo dije a ti!-

-¡Bárbaro, ostrogodo!

-¡Flojeras, feble, faible, weak, veikt (...)!

Cuando ya el del traje comenzaba a utilizar lenguas muertas para zaherir a su contraparte, otra puerta situada más a la derecha se abrió.

- ¿Queréis callar un poco? Así no hay quién se concentre en esta interesantísima etapa de montaña del Tour de la Cochinchina. Además ¿a qué tantas voces con el tema? Tampoco es para tanto...

Hurtado de mi capacidad de asombro me quedé mirando al enésimo miembro de esta Wonderland de pesadilla. Alto, barbado y con unos brillos en la cara que le hacían parecer una figura de cera se hallaba delante de mi un sujeto, sosteniendo en su mano derecha el puro habano más grande que había visto en mi vida.

- ¿Le parece poco?- le dije. - Su país se queda sin navidades y por lo que están diciendo se ha quedado también sin artistas, no hay lugar civilizado en el que haya pasado esto- continué.

-¿Y qué?- me interrumpió el de la barba. - Somos singulares, únicos. Tampoco hay país en el mundo en el que las noticias en internet no se encuentren en los buscadores, sino a manivela ¡Eso nos singulariza, eso es marca España! Además, hay que confiar, gracias a estos sacrificios es posible que en 2026 volvamos a tener fiestas ¡No me sea usted cenizo pollo, es decir, ratón!

No podía dar crédito. Me dispuse a marchar no sin añadir algo más.

-Miren, a nosotros casi nos da igual, pero ¿qué va a pasar con su país, quién va a soñar el futuro?-

Ahí sí contestaron al unísono:


- ¡QUÉ INVENTEN ELLOS!-



Felices Fiestas pese a todo y mejor entrada de año. Que en 2015 la prosperidad del nuevo tiempo y unas verdaderas navidades lleguen para el mundo de la Cultura


La fotografía que ilustra el cuento la realicé en el muro de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en el Museo de la Memoria de Santiago de Chile.