martes, 9 de agosto de 2016

SUENA LA MÚSICA EN LENINGRADO




Tal día como hoy, en 1942, se estrenaba en Leningrado la Sinfonía nº 7 de Shostakovich, la llamada precisamente así, "Leningrado". Leningrado, la fabulosa San Petersburgo de los zares, la Petrogrado de la Gran Guerra, rebautizada en 1924 con el nombre del líder de la Revolución Rusa Lenin, y retomado el original San Petersburgo por la cleptocracia nacionalista rusa actual.

No es una fecha cualquiera, ni una circunstancia cultural cualquiera tampoco. Ese 9 de Agosto de 1942 hacía casi un año que la ciudad se hallaba cercada por el ejército alemán. Unas 3 millones de personas habían soportado todo tipo de penalidades durante tantos meses y lo que es peor, habrían de soportarlas durante otros dos años de cerco. Se calcula que las muertes por hambre, frío, o bombardeos alemanes, llegaron casi al millón de personas durante estos 3 años. Asedio, por cierto, en el que estuvieron desplegados los miembros de la División Azul que ese Franco "no beligerante" envió para dar soporte a los nazis.

El panorama aún era más negro por la falta de esperanza real durante la mayor parte del sitio. Ese 9 de Agosto de 1942 el ocaso de la máquina de guerra nazi parecía improbable o muy lejano. Y ese era un enemigo aún peor que los propios alemanes: la desesperanza.

A Stalin se le pueden (y deben) achacar toda clase de desgracias y calamidades, pero no que no entendiera bien la utilidad de la propaganda. Aún más, los rusos habían aprendido de su estancia en España el valor de la misma y lo importante de que las ciudades sitiadas, símbolo de la resistencia, mantuvieran alta la moral. No en vano algunos de los defensores principales de Leningrado -como Rodimtsev lo fue en Stalingrado- habían visto el Madrid cercado de 1936 a 1939, habían visto sus cines funcionando, sus teatros, a los poetas en el frente... Y no hay mejor forma de crear comunidad, lazos de unión, que la cultura. Eso es algo que muchos gobernantes de nuestros tiempos aún no han entendido.

Dimitri Shostakovich era el artista de Leningrado por antonomasia. Un músico vanguardista que ya entonces no se había librado de la censura del régimen por ser eso, demasiado vanguardista. Pero un reputado músico de talla internacional, quizá el último gran sinfonista. Shostakovich había sido evacuado de la ciudad tras los primeros momentos de cerco y ya para entonces trabajaba frenéticamente en la composición de una sinfonía que dedicó a Leningrado.

En verdad, la sinfonía ya se había estrenado en Marzo, en su retiro de Kúibyshev (Samara en la actualidad). Pero qué símbolo mayor de resistencia, qué imagen mayor de la superioridad moral y cultural de un pueblo, que estrenar la obra en ese Leningrado rodeado por los alemanes. De hecho, ya desde que llegaron noticias a la ciudad de su estreno, había muchas voces que reclamaban que era "su sinfonía" y que era allí donde se debía interpretar.

La tarea no era fácil. Se trataba de garantizar la seguridad en un teatro durante los 80 minutos de duración de la obra, en una ciudad rodeada y bombardeada constantemente. Y luego estaba el asunto de la orquesta. Desde que la Orquesta de la Radio de Leningrado había interpretado la patriótica "1812" de Tchaikovsky y tras el cierre del anillo alrededor de la urbe, no se había vuelto a reunir.  No fue un trabajo menor localizar a los músicos vivos de la agrupación por toda la ciudad, muchos de los cuales estaban en condiciones lamentables. Principalmente los intérpretes de viento no eran capaces de tocar una nota sin desfallecer. Además eran pocos y la obra requiere de un gran número de músicos, por lo que lo que se desarrolló una auténtica leva de talentos por toda la ciudad. Los ensayos fueron tan duros, que hasta se castigaba con las raciones por cualquier mala praxis.

La obra iba a ser emitida por radio y las autoridades soviéticas se preocuparon de diseminar altavoces por toda la ciudad. No se trataba de que la escucharan toda la población rusa, sino de que las tropas alemanas escucharan el desafío. Diseñaron también una furiosa preparación artillería para evitar que los nazis pudieran impedir el desarrollo de la obra mediante algún ataque (lo que no impidió que igualmente intentaran cañonear el teatro).

Finalmente ese 9 de Agosto, la fecha en la que Hitler había predicho previa y públicamente que caería la ciudad, los instrumentos comenzaron a tocar y la sinfonía a escucharse por todo Leningrado. Ese fue el momento, como narran muchos supervivientes, en el que "entendimos que un pueblo que es capaz de hacer eso en mitad de nuestra situación, no podía perder".

Sobre el asedio de 900 días de Leningrado se ha escrito mucho y se han narrado muchas azañas, individuales y colectivas. La última en llegar a mis oídos es la del grupo de científicos soviéticos encargados de cuidar una explotación de cultivos experimentales, que prefirieron morir antes que  comerse su trabajo. Pero la composición, la interpretación de la Sinfonía Leningrado es la historia de una obra magna de humanidad. De cómo incluso en mitad de la barbarie y la catástrofe, el espíritu humano es capaz de elevarse a las mayores cotas de grandeza.

Solo me queda invitaros a escuchar una obra que no os decepcionará y pensar, mientras la disfrutáis, que todo lo que contiene no son solo notas maravillosas.




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