Reproduzco aquí el artículo que publiqué en el digital ILEON.com , que podéis encontrar en este enlace:
http://www.ileon.com/deportes/039203/inventamos-en-leon-el-ajedrez
Todavía me
acuerdo de un libro de esos de antes, grande con tapas blancas duras, titulado
algo así como “ajedrez para niños”. En
las primeras páginas con unos dibujos dignos de las “Mil y Una Noches”, una
fascinante explicación de dónde había nacido el ajedrez y cómo había llegado a
España y Europa.
Me asombra
que me acuerde todavía, porque sería una de las primeras cosas justo después de
aprender a leer. Me podía la curiosidad de descubrir algo de ese arcano
indescifrable al que mi padre dedicaba estudio en casa (menos) y práctica,
jugando partidas rápidas con el ansia del que sabe que apenas le quedan “solo”
unas decenas de miles por jugar a lo largo de su vida ¡Y ahí sigue!
Como una de
esas imágenes que se te quedan durante toda la vida, me acuerdo de cómo
relataba una fábula procedente de la enigmática India, en la que se supone que
nació el primer juego parecido al ajedrez. Contaba cómo un sultán o marajá muy
aficionado al juego, iba a ver a un gran
jugador de ajedrez, al que la ilustración dibujaba con el aspecto de un asceta
sentado con las piernas entrelazadas. No recuerdo muy bien si por admiración o
por el pago de una apuesta, el caso es que el sultán de marras le pedía al
sabio que le dijera qué es lo que deseaba. Éste le respondía que poca cosa,
apenas un grano de trigo por la primera casilla, dos por la segunda, cuatro por
la tercera…y así hasta 64. Ante semejante fruslería, el jerarca automáticamente
decía que sí, para comprobar después de hechos los cálculos, que no había
suficiente grano ni en su reino ni sobre la faz de la tierra, para pagar el
compromiso.
Estos días hemos
sabido a través de un investigador holandés que en el Reino de León se
“inventó” el juego del ajedrez durante la Alta Edad Media. Parece que muchos de
nuestros monumentos tienen representaciones de un juego llamado “alquerque”,
una variante primitiva del moderno ajedrez. Y parece que así se descarta un
posible origen del mismo en la vecina Francia.
Así a bote
pronto y sin ser un experto, tiene cierta lógica que un juego que en cualquiera
de sus variantes, parece que indubitadamente vino de Oriente siguiendo varios
caminos (su historia es tan fascinante como la de la misma humanidad), haya
pasado primero por la Hispania cristiano-musulmana y en ella, por el más
importante reino de la época. Lo de haber inventado el ajedrez…no dejemos que
nuestro entusiasmo nos haga parecer como algo menor el ser, nada menos, que la
cuna del mismo en Europa.
León “Cuna
del Parlamentarismo”, el primer “europeo” (y un guaperas por lo que parece), el
santo grial…uno se pregunta si esta falta de perspectivas de futuro tendrá algo
que ver con tener tanto pasado. Y es que en esta tierra con un legado histórico
que permitiría dar material a Hollywood para todo el siglo, parece que en lugar
de aprovecharlo preferimos mirarlo con ensimismamiento. Como ese héroe veterano
que vuelve a casa y al no saber adaptarse refugia su melancolía en una botella,
mientras recuerda sus hazañas y los más jóvenes lo toman a pitorreo.
Volviendo al
ajedrez, esta tierra ha dado jugadores muy notables y siempre ha tenido mucha
“vidilla” en el panorama ajedrecístico. Torneos como el Magistral (que
desaparecido Linares es el verdadero “clásico” en este país), torneos abiertos
de toda índole, la época dorada del club ENDESA de Ponferrada…un puñado de
jóvenes que actualmente tienen gran proyección (hasta campeones de España),
maestros como Sión, el berciano Corral…ajedrez en los colegios desde hace
décadas…grandes jugadores y divulgadores como “Nepo”…
Para mi
supuso un hito personal (y casi despedida del ajedrez a cierto nivel) la
invitación que me cursaron para jugar con España el Campeonato del Mundo
Universitario, que se celebró en la Facultad de Filosofía y Letras de León en
1996. Recuerdo con satisfacción que tras un comienzo desastroso logré
finalmente estar entre los primeros cuatro españoles clasificados, los que
sumaban la puntuación total del equipo. El sabor amargo fue quedar finalmente
subcampeones tras haber comandado la clasificación todo el torneo.
El peso
específico de los países en el contexto mundial ha tenido siempre una extraña
relación con su peso también en el ajedrez. Así pasamos de la hegemonía de la
España de Ruy López de finales del siglo XVI, a la de la Francia de Philidor de
principios del XVIII. Del reinado del austro-húngaro Steinitz a principios del
XIX, a su derrota frente a la hegemonía prusiana de Lasker a finales del mismo
siglo. Vivimos la Guerra Fría con el
enfrentamiento de la Escuela Soviética con el anárquico, genial y desquiciado
Fischer. Vivimos el Glasnost con el brutal Kasparov, la emergencia de la India
(después de tantos siglos) de la mano de Anand…
Con esto
último quiero arrimar el ascua a mi sardina y
pedir que se invierta en ajedrez, porque es muy rentable: es obvio que
el desarrollo de los pueblos tiene que con su nivel ajedrecístico… Bien, el
silogismo es absurdo, pero no lo es si invertimos los términos: el desarrollo
intelectual de las sociedades, suele ser
parejo al de su ajedrez.
Ojalá en no
demasiado tiempo León tenga un campeón/a mundial. Y mientras abandonemos un
poco nuestra melancolía y añoranza de tiempos gloriosos, nuestro rencor hacia
ese mundo que no nos da lo que merecemos y aprovechemos activamente ese pasado
como palanca para conquistar el futuro.
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