Comparto aquí la versión en español del artículo que me encargó la revista "SPW", vinculada al SPD alemán (aquí el link a la página y al original , cuyos contenidos son de suscripción: http://www.spw.de/xd/public/content/index.html )
En este número se pretende hacer un análisis sobre el estado de la socialdemocracia y la izquierda en varios países de Europa, con atención también a los "nuevos partidos"; obviamente a mí me ha tocado el PSOE y la izquierda española. Intento hacer un análisis algo menos telegráfico sobre el tiempo político español que los que solemos leer (y escribir).
Hay que tener también en cuenta dos cosas:
- El escrito está entregado en Julio.
- El texto explica algunas nociones básicas e intenta simplificar algunos aspectos muy complejos, teniendo en cuenta que el lector no es español y no es necesariamente un experto sobre política española.
Espero que lo disfrutéis y podamos comentarlo. A continuación va:
EL PSOE Y LA IZQUIERDA EN EL ACTUAL TIEMPO POLÍTICO ESPAÑOL
Cualquiera que hubiera visto la situación del mapa político
de España en octubre de 2016, y posteriormente se hubiera ido a una cueva y ahora
acabara de volver, pensaría que estaba ante un país distinto. Sobre todo, en lo
que se refiere a la izquierda.
·
Las Primarias
del PSOE, la catarsis
El PSOE se ha enfrentado este pasado mayo a un proceso de Primarias
para elegir al secretario general, con características de cambio de era. Es
inevitable que desde diferentes estancias y más aún por parte de algunos
veteranos socialistas, se hiciera una comparación con el Congreso del PSOE que
se celebró en 1974 en Suresnes (Francia), todavía en el exilio y en plena
dictadura en España. Las tensiones entre la vieja guardia “en el exterior”, liderada por Rodolfo Llopis, y la generación
formada “en el interior” de España,
liderada por Felipe González, habían sido frecuentes desde el comienzo de la
década. Pero la cita de Suresnes finalmente funcionó como un Congreso
catárquico, en el cual se decidiría la propia alma del socialismo democrático
español.
Triunfó el ala más vanguardista del PSOE y Suresnes fue el
punto de partida de una homologación progresiva del socialismo español a los
partidos socialdemócratas de nuestro entorno europeo. Sería en el XXIX Congreso, unos pocos años después, cuando en un gesto simbólico el PSOE de
Felipe González eliminaba la palabra “marxismo” de los estatutos del partido y
modernizaba definitivamente a un PSOE que consiguió parecerse mucho a la España
que luego gobernó tantos años. El secreto del éxito del PSOE fue vehicular las
ansias modernizadoras, europeístas y de cambio de una mayoría social,
complementándolas con la seriedad y el realismo que representa el socialismo
democrático.
Pero volvamos a nuestros días y observemos analogías. Tras
el Comité Federal (máximo órgano del PSOE entre congresos, compuesto por unas
decenas de delegados representativos de todos los territorios) del 1 de octubre
de 2016, junto con otros hechos coetáneos (como la dimisión de la mitad de la
Comisión Ejecutiva Federal), Pedro Sánchez dejó de ser secretario general del
PSOE. Se improvisó en el mismo acto del Comité del 1 de octubre la constitución
de una Comisión Gestora, que actuaría con funciones propias de Ejecutiva hasta
la celebración del Congreso del partido (cuya organización tenía como encargo
principal). Los propios estatutos del PSOE reflejaban de forma genérica la
inmediatez con la que se debía celebrar el Congreso y no obstante eso, la
Gestora se demoró en el poder nueve meses hasta que se celebraron las Primarias
(21 de mayo de 2017). No se escapa que la razón principal para esta demora fue
que la Gestora estaba compuesta mayoritariamente por quienes provocaron la
salida del secretario general y que éstos estaban asustados por la negativa
repercusión que la operación había tenido tanto entre la militancia, como entre
la masa de votantes socialistas -efectivos o sociológicamente potenciales-. La
Gestora decidió estratégicamente alargar el proceso, buscando que el tiempo
bajara los ánimos y que eso permitiera que una candidatura “cercana” tuviera
más posibilidades de ganar unas Primarias.
El fenómeno más curioso de este proceso que se desencadenó
en octubre ha sido el del choque de legitimidades. El movimiento para derrocar
a Pedro Sánchez fue protagonizado de forma principal por los líderes
territoriales de las Federaciones del PSOE (cada Federación corresponde a cada
Comunidad Autónoma- Lander), avalado por cuadros dirigentes (altos y medios), y
por la vieja guardia del partido. Frente a ello, de forma masiva y a través de
los medios a su alcance, la militancia de base, adormecida y/o desmovilizada en
los últimos años, expresaba su disgusto con lo sucedido.
El motivo esgrimido para protagonizar el golpe de mano en el
PSOE por parte de toda esa élite orgánica, tenía que ver con los resultados
electorales tras las últimas elecciones y con la imposibilidad de formar
gobierno en el Estado tras dos convocatorias electorales “fallidas”. Tras las últimas, el PP tenía la posibilidad de formar
gobierno por la derecha con el apoyo de Ciudadanos (una formación de derecha liberal)
y con el Partido Nacionalista Vasco-PNV -como finalmente ha hecho con estos
primeros presupuestos recién aprobados-. Pero prefirió aducir excusas para no
hablar con el PNV y trasladar toda la presión al PSOE, su gran rival. Para ello
desarrolló una campaña de presión en la opinión pública que complicó todo lo
que se suele definir como “establishment”, de tal suerte que ésta acabó
culminando con un movimiento interno en el PSOE.
Una de las primeras decisiones de la Gestora fue abstenerse
en el Parlamento para que Rajoy fuera presidente del Gobierno, lo que motivó
que el grupo socialista se dividiera y que Pedro Sánchez abandonara su acta de
diputado para no romper la disciplina de grupo, como exsecretario general que
era. Las primeras encuestas de opinión ya reflejaban desde un principio un
enorme coste en términos de apoyo hacia el PSOE, que se situaba detrás de
Podemos, como tercera fuerza política en España en intención de voto (y
angustiosamente cerca de la cuarta posición). La síntesis del resultado de la
operación no pudo ser más desgraciada: un grupo parlamentario dividido, un
partido roto, un secretario general dimitido, un enorme desgaste en apoyo
social, una lucha interna descarnada por delante y una derecha que cómodamente
se volvía a instalar en el poder.
El proceso de primarias, formal o informalmente, fueron 9
meses de una especie de “Gran Hermano” de exposición pública del PSOE frente a
la sociedad. Finalmente compitieron tres candidatos: Pedro Sánchez (el reciente
dimitido secretario general del PSOE), Susana Díaz (presidenta de la Comunidad
Autónoma de Andalucía y secretaria general de la Federación más grande del
PSOE) y Patxi López (ex lendakari/presidente de la Comunidad Autónoma de
Euskadi). Pronto se vio que la batalla realmente se reducía a dos, Pedro
Sánchez y Susana Díaz y que cada uno representaba dos modelos muy diferentes de
modelo de partido y de país.
Susana Díaz era la candidata apoyada por la práctica totalidad
de ex dirigentes significativos (como los expresidentes González y Zapatero),
por los altos cuadros del partido y con mucho soporte por los mass media, o en
parte del empresariado. Representaba la continuidad de un socialismo español
refractario al cambio, más cerca del centro que de la izquierda (con un diálogo
más fluido con el PP que con Podemos). Representaba asimismo un modelo de
partido “de arriba abajo”, reservando la toma de las grandes decisiones en los
organismos de dirección.
Pedro Sánchez era el candidato de las plataformas de los
militantes de base diseminados por toda España, que se organizaban
espontáneamente. Su candidatura era iconoclasta, rompía con determinadas líneas
rojas que el socialismo español se había autoimpuesto por “responsabilidad de
Estado” y reivindicaba una recuperación del programa socialdemócrata más
transformador. Suponía el enfrentamiento frontal con la derecha española.
Defendía Sánchez un modelo de partido más abierto, más participativo y en el
que la militancia tuviera que ser consultada para la toma de las grandes
decisiones (pactos de gobierno, mociones de censura…).
Contra todo pronóstico expresado por los grandes
prescriptores de opinión, Sánchez ganó y además contundentemente. El ya
secretario general del PSOE de nuevo, ganó con el 50´21 % de los votos, frente
al 39´94% de Susana Díaz y
el 9´85% de Patxi López.
Sánchez ganó con suficiencia en todas las federaciones del PSOE excepto
Andalucía (cuna de Susana Díaz) y Euskadi (cuna de Patxi López).
Las características del proceso fueron de enorme dureza,
como no las había vivido el PSOE en 40 años. Hubo momentos en los que existía
ciertamente la sensación de que el partido podía estallar en mil pedazos.
Frente a otros procesos en los que las diferencias podían ser de matiz o
afinidad personal, éste supuso una gran confrontación de modelos y muy
probablemente haya marcado el devenir del PSOE para un gran ciclo de tiempo político.
Por ello el proceso, tras una tensión acumulada desde que en 2010 el gobierno
de Zapatero optara por abandonar la senda reformista para afrontar la crisis
económica, ha tenido mucho de catarsis. Eso, junto con la contundencia del
resultado, ha hecho que desde todas las partes se haya asumido el liderazgo de
Pedro Sánchez, su modelo de partido y que, más allá de lógicas tensiones, todas
las estructuras se vayan acomodando al nuevo modelo.
Quien predijo una gran escisión en el PSOE por parte del
“alma” que saliera derrotada, parece que se ha equivocado. El 39 Congreso del
PSOE, donde se eligió a la Comisión Ejecutiva Federal y se aprobó la “ponencia
marco” (el programa político del PSOE para este mandato), fue de extraordinaria
placidez y un cierre de filas alrededor de Pedro Sánchez. En este momento se están
produciendo los congresos en las federaciones, que continuarán con los
congresos en provincias y agrupaciones de municipio.
El PSOE ha definido un proyecto nítida y abiertamente de
izquierdas, socialdemócrata, europeísta, federalista, ecologista, feminista y
radicalmente enfrente de las políticas neoliberales. Un proyecto que aspira a
reconectar con los votantes que nos han abandonado desde 2010 y a conectar por
primera vez con toda una joven generación “perdida” para el socialismo
democrático (que han optado por la abstención o por sumarse a opciones como
Podemos). Un proyecto que, sin abandonar nuestra fuerte implantación en todo el
territorio, vuelva a poner el acento en las clases medias urbanas de las
grandes ciudades.
Los textos de las resoluciones políticas se pueden consultar
en la web www.psoe.es
·
Sectores
sociológicos de la socialdemocracia en España
España es una sociedad mayoritariamente situada en el
centro-izquierda. El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), un organismo
público, realiza encuestas para elaborar informes trimestrales cualitativos
sobre la sociedad española. Una de las preguntas tiene que ver con el
posicionamiento ideológico. Siendo 1 la extrema izquierda y 10 la extrema
derecha, la media española está situada en el 4 “y mucho”. Se ha dado además el
hecho de que, desde el comienzo de la crisis económica, la sociedad española ha
ido progresivamente más hacia el 4.
Se da la circunstancia de que cuando se pregunta por el
posicionamiento ideológico percibido en los partidos políticos, la mayoría
sitúa al PSOE justo en esa media del país. Es un aforismo que se suele repetir
el que “el PSOE es el partido que más se parece a España” e ideológicamente no
puede ser más cierto. No obstante todo ello, desde las Elecciones Generales de
2008, que ganó el PSOE con más de 11 millones de votos, la sangría electoral ha
sido muy acelerada; en las últimas Elecciones Generales el PSOE obtuvo apenas 5
millones y medio de votos. Las medidas contra la crisis tomadas por el gabinete
Zapatero en 2010, rompiendo con los compromisos electorales e inaugurando “la
austeridad”, desconectó al PSOE de grandes capas de la sociedad. El movimiento
de “los indignados” del “15M” (15 de mayo de 2011), protagonizado
fundamentalmente por jóvenes que se sentían traicionados y sin futuro, provocó
además un desenganche con toda una generación.
Los apoyos que el PSOE ha recibido en los últimos tiempos
son fundamentalmente:
·
Desde el punto de vista territorial, en pequeñas
y medianas poblaciones, fuerte implantación rural.
·
Cualitativamente, obreros manuales, baja
formación educativa.
·
Generacionalmente, personas entre 45 y 65 años.
Nada que no se corresponda con la situación vivida por los
partidos socialdemócratas europeos desde la llegada de la crisis económica.
Curiosamente, el desgarrador proceso interno que han
supuesto las Primarias del PSOE ha producido una gran oportunidad. La épica de
la victoria de Sánchez, su victoria desde abajo, la hostilidad sufrida desde
los sectores más identificados con el establishment español, le ha situado como
una figura política muy valorada por la población progresista española. Y con
él, el PSOE ha recobrado cierta “frescura de marca”, se muestra como un partido
realmente renovado, que poco menos que “ha matado al padre” en términos freudianos.
El PSOE ha ganado credibilidad en su reposicionamiento en la izquierda
transformadora y ello lo ha vuelto a situar como la gran alternativa al Partido
Popular.
Todas las encuestas realizadas desde el fin de las Primarias
contemplan una subida en intención de voto por parte del PSOE y una valoración
muy alta de Pedro Sánchez como líder entre los votantes ideológicamente
potenciales. El PSOE vuelve a ser segunda fuerza en todos los sondeos, se aleja
de Podemos como tercera fuerza y se acerca más a un PP asediado por sus casos
de corrupción. El PSOE parece haber reconectado con una parte de esa generación
15M y post 15M, y recuperado apoyo entre votantes desencantados que habían
huido a la abstención o a Podemos.
·
¿Qué es
Podemos, por qué nació y por qué creció tanto, cuál es su actual posición?
Podemos mantiene una extraña naturaleza múltiple; por un
lado se conforma como un movimiento ciudadanos de base, por otro con cuadros
medios del partido comunista y, por otro lado, es un movimiento diseñado en la
Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. Su
núcleo fundador proviene de un grupo de profesores y gente cercana, muchos de
los cuales habían militado o colaborado con Izquierda Unida (IU), la coalición
a la que pertenece el Partido Comunista de España (PCE). Nace en un momento de
gran convulsión social, en plena crisis económica y coincidiendo con una tasa
de paro creciente, recortes en el Estado de Bienestar y con toda una retahíla
de casos de corrupción asociados a los partidos tradicionales (fundamentalmente
al PP). El movimiento Podemos capitaliza inteligentemente el espíritu del
“15M”, conectando con él generacionalmente y ganándose además las simpatías en
principio de una buena parte de la sociedad (independientemente de la edad y de
que les votara o no). Con una agresiva campaña en las redes sociales (que los
partidos tradicionales despreciaban) y aprovechando cada participación de sus
portavoces en espacios políticos en las televisiones (hay que entender que el
grado de politización social durante la crisis fue enorme y eso tuvo reflejo en
los espacios en los mass media), supieron hacerse sitio como la voz de “los
indignados”. La victoria del PP en las Elecciones Generales de 2011 y con ello
la profundización en los recortes en los servicios públicos, el aumento de las
desigualdades, y el carrusel de casos de corrupción, contribuyeron a avivar el
fenómeno. Al mismo tiempo, un PSOE que se mostraba como un boxeador sonado tras
perder 4 millones de votos, parecían confirmar a Podemos como alternativa al
“austericidio”.
Su primer hito fueron las últimas elecciones europeas, en
las que Podemos sacó más de un millón de votos y 5 eurodiputados. Eso les situó
en el mapa definitivamente y se transformaron en el partido “de moda” en España
durante mucho tiempo. Parecía que el fenómeno no tenía techo y sondeo tras
sondeo la formación iba elevando su apoyo hasta convertirse en la primera en
intención de voto. Recomiendo vivamente visionar, para entender el fenómeno, el
documental llamado “Política, manual de instrucciones”, del director
español Fernando León.
Podemos nació como fenómeno transversal, de corte populista,
no era “ni de izquierdas ni de derechas”, pese al pasado izquierdista de la
mayor parte de sus dirigentes. A medida que fue creciendo, iba concertando
alianzas con fuerzas de corte regionalista y nacionalista. Asumía además un
discurso plurinacional del Estado, hasta el punto de defender el derecho de
autodeterminación de los diferentes territorios de España, lo que le hizo ganar
mucho apoyo en Galicia, Euskadi o Cataluña. Podemos tiene su gran apoyo en las
grandes ciudades (gobierna en coalición en los ayuntamientos de Madrid y
Barcelona, por ejemplo) y entre la gente más joven. Es la formación preferida
de la “gauche divine” urbana, entre los funcionarios progresistas acomodados,
etc.
El histrionismo de su líder Pablo Iglesias, junto con una
gestión del tiempo político cada vez más errática, ha hecho que el fenómeno
vaya atemperándose. Particularmente controvertida fue su actuación tras las
Elecciones Generales de 2015, impidiendo que consiguiera la presidencia del
Gobierno el PSOE de Pedro Sánchez y provocando otras elecciones para 2016. La
apuesta de su líder fue concertar una alianza con IU para buscar “el sorpasso”, el viejo sueño de los
comunistas españoles de superar al PSOE en las urnas. No solo no lo consiguió,
sino que provocó toda la cadena de acontecimientos que volvieron a situar al PP
en el Gobierno de la nación y el terremoto interno que vivió el PSOE.
A día de hoy Podemos sigue con una sólida base que se sitúa
alrededor del 15% en intención de voto y en sus sectores más proclives. Pero
parece lejos de aspirar a sustituir al PSOE como gran fuerza alternativa al PP.
Sus últimos movimientos le han resituado en el espacio de la izquierda que
tradicionalmente ocuparon el PCE e IU (Izquierda Unida) y parece haber
abandonado, más allá de algún tic, sus aspiraciones de mayoría transversal.
·
¿Es
posible encontrar puntos de encuentro y/o colaboración entre la
socialdemocracia clásica y los nuevos partidos?
Uno de los motivos de la pérdida de fuelle de Podemos entre
el electorado, vino motivado por la despiadada lucha estratégica y personal
entre sus dos líderes más reconocidos. Por un lado, Pablo Iglesias, partidario
de una línea dura “antiPSOE” en la búsqueda de la hegemonía, y por otro lado
Íñigo Errejón, partidario de la colaboración de las izquierdas. En el último
Congreso de Podemos triunfó el primero y a ello sobrevino una purga de los
partidarios de Errejón. Lo paradójico es que, tras la victoria de Pedro
Sánchez, el Podemos “duro” ha tenido que acabar virando su estrategia y acoger
las tesis de Errejón. Los ataques permanentes hacia un líder muy reforzado ante
la opinión pública, tenía un efecto rebote para Podemos.
Actualmente se está viviendo un descongelamiento de unas
relaciones que eran muy difíciles, exteriorizándolo hacia la opinión pública de
forma visible. Se traslada así a escala nacional lo que ocurre ya en muchos
gobiernos municipales y de comunidades autónomas, lugares donde PSOE y Podemos,
sea mayoritario uno u otro, sustentan gobiernos progresistas.
Coinciden los análisis politológicos más serios y también ya
las direcciones de ambas formaciones, en que la lucha descarnada entre las
formaciones les resta a los dos y que, sin embargo, la colaboración entre ambas
multiplica. Se le ha venido a llamar a esta nueva relación “competición virtuosa”.
Se asume como evidente que la izquierda solo gobernará en los próximos años si
aprende a competir desde la colaboración. Es imprescindible para la izquierda
española movilizar una parte de su electorado con fuerte pulsión abstencionista
y que solo votará si la expectativa de gobierno de la izquierda es real.
Un reposicionamiento más posibilista de Podemos, junto con
un reposicionamiento a la izquierda del PSOE, ha facilitado que la mayoría de
los electorados de ambas formaciones vean con buenos ojos esta nueva época de
colaboración. Y es evidente que el liderazgo de Pedro Sánchez y la renovación
en el PSOE ha consolidado a éste como fuerza principal de la izquierda (aunque es
posible que todavía en muchas grandes ciudades y en Cataluña y Euskadi, Podemos
siga teniendo una implantación tan fuerte como para competir por la primera
plaza).
Sigue siendo un punto de fricción principal entre las dos
formaciones, eso sí, el tratamiento de la crisis secesionista en Cataluña.
Podemos es partidario de facilitar sin más un referéndum de autodeterminación,
tal y como piden las fuerzas independentistas, y de aceptar su resultado (aun
cuando se declara formalmente en contra de la secesión). El peso en su
coalición de los partidos de corte nacionalista condiciona sin duda su
posición, hasta el punto de que para no generar tensiones con las formaciones
aliadas en otros territorios, ha tenido que extender la defensa de la
autodeterminación a cualquier territorio español que lo solicite; una especie de
barra libre a la autodeterminación de cualquier Comunidad Autónoma.
El PSOE es partidario por el contrario de una vía dialogada,
que culmine en una reforma federal del Estado y con el reconocimiento en la
Constitución Española de la realidad nacional catalana. Eso implicaría reformas
constitucionales y que se celebrara un referéndum en toda España para su
ratificación. Pero se muestra radicalmente contrario a una autodeterminación
unilateral de una parte del Estado, y más conculcando ésta la legalidad
española.
Se abre un tiempo político diferente en España. El país
disfrutará con toda probabilidad de un tiempo de estabilidad sin enfrentar
procesos electorales (el primer hito serán las Elecciones Europeas, Regionales
y Municipales en 2019), lo que posibilitará a las fuerzas de izquierda poder
trabajar a medio/largo plazo e ir puliendo disfunciones. En este tiempo también
PSOE y Podemos tienen la oportunidad de perfeccionar su colaboración, de forma que
independientemente de qué partido sea el mayoritario, haya una alternativa real
en el Estado a una corrupta derecha española, que ha transformado el país en
una “latrocracia”, y que se ha
beneficiado del cainismo en la izquierda para perpetuarse en el poder.
Al tiempo, será interesante observar cómo el PSOE resuelve
su reposicionamiento en un espacio socialdemócrata puro, volviendo a las
esencias de un proyecto transformador que combata el modelo neoliberal. El PSOE
no pretende moderar el neoliberalismo, sino plantear un modelo alternativo y,
para ello, necesariamente tendrá que contar con la colaboración de la familia
socialdemócrata europea (que no renuncia a liderar).
Vienen tiempos interesantes para los socialdemócratas en
nuestra Europa.
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