lunes, 14 de septiembre de 2015
LO QUE LE PASA A PABLO IGLESIAS
Escribir sobre nada relacionado con Podemos, ítem más sobre el mismísimo Pablo Iglesias, es un trago. Si en la firma del escrito aparece algo remotamente vinculable al PSOE, ya puedes esmerarte en glosar las maravillas del pelazo-selfie de la playa, que te dará lo mismo; no importa que sea un twit procaz o un profundo análisis político, los cielos se abrirán y se sucederá una cascada de improperios centrados en tu persona, rango, condición o prestigio -comúnmente todo a la vez-.
No es que sea éste un rasgo exclusivo de un determinado espectro político, ciertamente hablamos de una costumbre muy española. Dice mi amigo y compañero Jose Andrés Torres-Mora que hay que negar eso de que en España no se respetan las opiniones de los demás; todo lo contrario, en España se respetan tanto las opiniones, que nadie se molesta en establecer controversia alguna sobre las mismas, simplemente se ataca directamente a quien la expone y listo. Rasgo común pues, pero nadie puede negar tampoco que los/as pablibers han elevado esa sana tradición a la categoría de arte. En fin, que sé dónde me meto pero creo que por el bien común debo hacerlo.
Todo el mundo se pregunta qué le está pasando a Pablo Iglesias. De aquel chico fresco y desenfadado, rompedor y siempre con una sonrisa en la boca, hemos pasado a ese político que parece desayunar un vaso de vinagre por las mañanas. De aquel líder que intentaba hacerse un hueco empuñando la bandera de la participación y del proyecto colectivo, hemos pasado a un modelo de partido político hiperjerarquizado, donde hasta las candidaturas para las generales las decidió el aparato -con un trasunto de "primarias" de 18% de participación-. Y sobre el aparato, el gran timonel.
De aquel llamamiento constante a la "unidad popular", pasamos a ser testigos de los improperios y descalificaciones que dedicaba a sus antiguos compañeros de IU, a la impertinencia y desdén con la que arrastraba los símbolos, historia e ideales del comunismo español. Ni el PP había llegado a tanto dialécticamente.
Es evidente que Iglesias está encantado de haberse conocido. Pero últimamente cada vez que él y su EGO entran en una habitación, consiguen que no quepa ya nadie más.
La última ha sido llamar a Jeremy Corbyn "Pablo Iglesias británico". Sí, lo ha hecho él mismo, sin abuela ni nada.
Qué halago para el inglés, al fin y al cabo es un tipo sin trayectoria propia, ahíto de referencias. Apenas lleva siendo diputado desde 1983 y pertenece a un partido, el Laborista, fundado en 1900. Dice Iglesias que Corbyn rompe con el socialismo democrático, pero olvida que precisamente la familia política de Corbyn es esa y que el laborismo británico es y ha sido mucho más que la etapa Blair. Obvia también que si se contrasta el discurso del PSOE, o del socialismo europeo, y el del nuevo líder laborista, se observará que las semejanzas son tantas que uno llegaría a la conclusión de que el que probablemente se reincorpora a la corriente mayoritaria de la socialdemocracia europea es el laborismo británico (afortunadamente).
Al fin y al cabo Pablo, el tuyo era Tsipras, ¿ya no te acuerdas?
Pero no seamos injustos. Precisamente escribo esto para dar una explicación a todo lo que acabo de narrar.
No es culpa de él, simplemente es una metamorfosis: se está transformando en un dios.
Le ha ocurrido a muchos gobernantes a lo largo de la historia. Cuenta magistralmente Suetonio en "Vidas de los Césares" - y recrea más contemporáneamente Obermeier de manera tan genial- cómo es un proceso de esas características, cuando relata la conversión de Calígula en divinidad (nada más lejos que comparar a ambos personajes, tengamos la fiesta en paz, solo me interesa el método). Refiere el autor romano cómo el príncipe, aquejado de unos terribles dolores de cabeza, vómitos y mareos, desapareció durante días, encerrado en sus habitaciones. Y cuando la corte ya le daba por muerto reapareció. Convertido en dios.
Me preocupa lo mucho que ha estado desaparecido Iglesias este verano.
Y ni siquiera ha gobernado nada todavía...
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Claro, pero es culpa de El País, que se le olvidó poner la frase entre interrogaciones. De este modo, "¿Por qué todos hablan del Pablo Iglesias Británico?" quien vea rasgos de egolotría en el titular, es que está loco. Sí, me temo que va a tener que contratar a alguien con la única misión de recordarle que es humano.
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